viernes, 11 de octubre de 2013

¿Qué hace que un mensaje se transforme en un buen discurso?

El contenido, la necesidad de lograr que el mensaje sea comprendido, la ansiedad por concretar el propósito del discurso entonces, a observar cuáles son los aspectos que nos ayudan a proyectarnos eficazmente hacia nuestro auditorio o interlocutor. "La experiencia demuestra que independientemente que haya dos o más personas recibiendo un mensaje, el esfuerzo para emitirlo es el mismo. En cada frase es preciso ser claro, sin confundir ni aturdir empleando el poder de síntesis".

La estructura coherente y organizada del mensaje demostrará por si misma su capacidad para comunicar conceptos. Si cree que potencia el discurso luciéndose soberbio en sus consideraciones, logrará incomodar al interlocutor.

Aunque tenga eximias habilidades para la improvisación es importantísimo que se detenga en la elaboración del centro del mensaje, para que pueda distinguirse en su exposición lo principal de lo accesorio.

En términos numéricos, la tangente de un recta; es la pendiente de la misma, en oratoria la línea que debe seguir un discurso tiene un límite; EVITAR salirse de la tangente; en otras palabras, cuidarse del abismo. Una pendiente por la cual podemos, rodar si divagamos sin concluir el mensaje con su respectiva introducción, desarrollo y corolario.

Si fuera preciso dar ejemplos sólo ofrezca los necesarios y evite ahondar en detalles.

Haga participar al auditorio si su tiempo le permite esa licencia.

Vaya chequeando el feed-back (el retorno) para saber si existen dudas y se entendió el mensaje emitido.

Evite las frases largas que suelen usarse en el lenguaje escrito.

El humor de un orador debe ser medido, la utilización de la ironía es un delicado límite.

El discurso humano nos desprende de cualquier coraza y nos acerca más rápido al interlocutor, lógicamente la sensibilidad a la cual se apela debe estar desprendida de excesos. Y por si fueran pocos los requisitos, además, el tono de la voz debe ser coincidente con la idea que se está comunicando y los gestos del rostro y el cuerpo también deben acompañarle.

Adapte su lenguaje al auditorio si puede libere al interlocutor de confusiones evitando tecnicismos innecesarios y si surgen preguntas sepa dominar la situación para satisfacer todos los interrogantes.

Como consejo final quiero dejar la siguiente idea; el caudal interior fluye como el agua en un río cuando sabemos guiar la corriente. Hay que observar eso, ya que el desborde sólo tiene lugar cuando descuidamos los límites. Así nuestro mensaje jamás caerá en el abismo y comunicaremos sin sobrepasar la pendiente que bordeamos los oradores.



















domingo, 6 de octubre de 2013

El camino que no escogí de Robert Frost

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo
y lamentablemente no pude recorrer los dos.
Y siendo yo un viajero solitario, largo tiempo me detuve.
Y miré por uno de ellos, tan lejos como pude
hasta donde se perdía en la maleza.

Entonces consideré el otro, tan recto como el anterior
y poseedor quizá de mejor derecho,
porque el pasto era más alto y deseaba ser recorrido
aunque quienes habían pasado por allí
los habían desgastado casi por igual.

Y esa mañana ambos se tendían
en hojas que ninguna pisada había ennegrecido
¡Ah, dejé el primero para otro día!
Y sin embargo, sabedor de que un camino lleva al otro,
dudé si alguna vez regresaría.

Debería decir esto con un suspiro
en algún momento, dentro de muchas eras;
dos caminos se bifurcaban en el bosque, y yo,
yo tomé el camino menos transitado.
Y esa ha sido la diferencia.

Probablemente no hay un poema tan citado, y al mismo tiempo, tan mal interpretado, como "El camino que no escogí", de Robert Frost (1916). Casi automáticamente, los lectores no captan ni de lejos el significado del poema, visto como un testamento meloso a la fe del escritor, la libertad de decisión y una llamada inspiradora para desafiladas convenciones y escoger "El camino menos transitado". Sin embargo, una lectura más cuidadosa nos muestra que en realidad el poema está impregnado de la conocida resignación irónica de Frost.

El aspecto del poema que más se ha pasado por alto es la innegable arbitrariedad con la que el orador toma la decisión sobre qué camino tomar. Al describir sus dos opciones, hace hincapié repetidamente en que son esencialmente idénticos. Un camino parece "tan recto" y "derecho" como el otro y, a pesar del deseo del orador por diferenciarlos, tiene que admitir que "quienes habían pasado por ahí los habían desgastado casi por igual". Y de repente, decide escoger uno en lugar del otro.

En la ultima estrofa, Frost imprime su marca de humor irónico de la casa. El orador admite que "dentro de muchas eras", como un anciano que hace memoria, probablemente contará la historia una y otra vez "con un suspiro" y asegurará que valientemente escogió el camino "menos transitado". Pero esa afirmación será falsa y acabará reconociendo que su elección fue totalmente arbitraria ya que para empezar ninguno del los caminos era el menos transitado: "Ambos se tendían / en hojas que ninguna pisada había ennegrecido". Frost reconoce la tendencia humana a auto engrandecerse, endulzar las incertidumbres de la vida, reconfortándose al contemplarla como una serie de elecciones conscientes y basadas en discernir entre alternativas buenas y las malas. Pero respecto a este último punto, en realidad no tenemos forma de saber cuál es el mejor camino en la vida, y nuestras decisiones son a menudo aleatorias y carentes de base.

Fragmento extraído del libro "365 días para ser más culto" de David S. Kidder and Noah D. Oppenheim.

La explicación que da sobre el poema es muy acertada. pero siempre le queda a uno, ese gusto por su propia interpretación que el solemne poema nos regala.

sábado, 5 de octubre de 2013

Martin Luther King, Jr.: Tengo un sueño

Pronunciado: El 28 de agosto de 1963 delante del monumento a Abraham Lincoln en Washington, DC, durante una histórica manifestación de más de 200,000 en pro de los derechos civiles para los negros en los EE.UU.

«Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.

Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.

Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.

También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.

Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.

1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.

Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?"

Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente".

Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.

Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.

Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".

Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".

Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.

Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.

Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.

Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antecesores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! "De cada costado de la montaña, que repique la libertad".

Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"»

La presentación de un discurso

Aquí hay algunos consejos que ayudarán a tu alumno a dar su discurso eficazmente:

La postura es importante. Una postura jorobada comunica una actitud descuidada. Enfócate sobre el público. Mirar tus notas todo el tiempo o evitar el contacto visual con el público es desastroso. El contacto visual comunica confianza y un dominio de tu tema. Enfocarse sobre el público en la parte posterior del salón da la impresión de que se está hablando a todo el público. de ves en cuando enfoca sobre algunos rostros de las primeras filas. Proyecta tu vos. no hay nada más molesto que tener que esforzarse para oír un mensaje porque el orador habla con voz muy baja. Habla con suficiente volumen para que la última persona en el salón te pueda oír perfectamente. Cuidado con esos "pues..." y "este..." Estos son rellenadores de silencio. Los usamos para llenar esos huecos de silencio que dejan ver nuestro nerviosismo. Las ayudas visuales son importantes. Recordamos más lo que vemos que lo que oímos. Ayuda a los niños desde temprano para hacer algún tipo de ayudas visuales; pósters, transparencias, gráficas, vídeos y fotografías ayudan a hacer más interesante el tema.

Usa humor e ingenio cuando sea posible. Debes entretejer historias personales en tu discurso sólo si están relacionadas con el tema. Practica grabando en una grabadora, poniéndote de pie delante de un espejo o pidiendo a alguien que te grabe en vídeo. Después haz crítica de lo que ves u oyes.

No uses sarcasmo y cuida de que tus comentarios sean agradables. Memoriza sólo los puntos importantes del bosquejo y los párrafos primero y último. Si lo memorizas todo, se oirá "grabado". Practica mucho tu discurso para que cuando se presente el momento de darlo lo puedas hacer sin depender enteramente de tu apuntes.

viernes, 4 de octubre de 2013

Cómo perder el temor de hablar en público

¡Ama a tu auditorio! Por qué nadie teme hablar con las personas que ama.

Si sientes un temor mórbido de hablar en público, lo que algunos llaman pánico escénico, ten presente que todo temor mórbido tiene una raíz. Aunque en algunos casos es difícil eliminarlo sin ayuda profesional, puedes hacer algo práctico para contrarrestarlo o bloquear algunos de sus efectos hasta superarlo espontáneamente o poder contar con dicha ayuda.

Por ejemplo, hace décadas el reputado psicólogo Willian James popularizó la idea de actuar “valerosamente para sentir valor”. Y el Dr. Maxwell Maltz, desde 1958, habló de la fuerza de la imaginación como un factor más poderoso que fuerza de voluntad. Porque con la imaginación puedes ensayar el comportamiento que deseas, de modo que tu desempeño resulte más eficaz cuando estés ante la realidad.

Hoy en día las tropas de asalto, los equipos de baloncesto, astronautas, campeones de patinaje en hielo, malabaristas y toda clase de expertos reconocen que el secreto de un buen desempeño consiste en “vivir, con la imaginación, el comportamiento eficaz antes de que ocurra en realidad”. Por eso practican y practican y practican lo que quieren hacer, pensar y sentir cuando el momento llegue.

De hecho, si ensayas una actitud o conducta, puedes vivir la realidad antes de tiempo y hacerle mejoras y ajustes pertinentes. Los jóvenes hacen esto instintivamente cuando saben que tendrán que correr un riesgo. Comienzan a practicar frente a un espejo lo que van a hacer y decir. ¡De ninguna manera te estoy sugiriendo ensayar oratoria frente a un espejo! Jamás he recomendado practicar gestos y ademanes frente a un espejo sin el asesoramiento técnico de un experto, porque los gestos y ademanes pueden volverse fríos y perder la naturalidad que se requiere para persuadir.

Un recurso sencillo


¿Cómo puedo perder el temor de hablar en público en poco tiempo? Me pregunto una persona ¡Ama a tu auditorio!, fue mi respuesta directa. Luego le expliqué: Las personas nos sentimos bien entre las personas que amamos. Si cultivas un profundo amor hacia tus oyentes, perderás toda razón para sentirte mal en su presencia, porque uno jamás teme a las personas que ama. Ese es -en mi opinión- el camino más rápido a la liberación del temor de hablar en público.

Entonces me dijo –A mí me han dicho que junte las manos, relaje, respire profundamente y piense algunas cosas como por ejemplo…- Cuando terminó de contarme su método le di mi opinión: Cuando estás frente a mil personas es muy difícil relajarte por completo. Lo mejor es enfrentar la realidad y reconocer tu dificultad para relajarte y optar por el método de sentir un profundo amor y respeto por tu público. Eso verdaderamente te facilita las cosas porque sientes que puedes convertirlos en tus amigos, y el temor se desvanece.

Recuerda que de ninguna manera es cuestión de que el auditorio te apruebe, sino de que hagas y digas cosas que sean agradables e interesantes para el auditorio. Entonces, su aprobación caerá por su propio peso, lo cual retroalimentará tu confianza de que lo harás mejor la próxima vez. ¡Y de hecho te saldrá cada vez mejor!

Prepara tu bosquejo


El bosquejo es un resumen de ideas. Si el tema lo diseño otra persona, o un grupo de personas y te escogieron para que lo presentes, tienes que exponerlo exactamente en el orden en que el grupo lo decidió, porque en tal caso solo eres portavoz de lo que todos quieren que digas.

Frases para usar en un discurso político

A continuación algunos ejemplos de frases para usar en un discurso político:
"Queridos compañeros la realización de las premisas del programa nos obliga a un exhaustivo análisis de las condiciones financieras y administrativas existentes."

"Por otra parte y dados los condicionamientos actuales la complejidad de los estudios de los dirigentes cumple un rol esencial en la formación de las directivas de desarrollo para el futuro."

"Asimismo, el aumento constante, en cantidad y extensión, de nuestra actividad exige la precisión y la determinación del sistema de participación general."

"De igual manera, el nuevo modelo de actividad de la organización, garantiza la participación de un grupo importante en la formación de las nuevas proporciones."

"No es indispensable argumentar el peso y la significación de estos problemas ya que, nuestra actividad de información y propaganda facilita la creación del sistema de formación de cuadros que corresponda a las necesidades."

"Las experiencias ricas y diversas muestran que, el reforzamiento y desarrollo de las estructuras obstaculiza la apreciación de la importancia de las condiciones de las actividades apropiadas."

"El afán de organización, pero sobre todo la consulta con los numerosos militantes ofrece un ensayo interesante de verificación del modelo de desarrollo."

"Los superiores principios ideológicos, condicionan que el inicio de la acción general de formación de las actitudes implica el proceso de reestructuración y modernización de las formas de acción."

"Incluso, bien pudiéramos atrevernos a sugerir que un relanzamiento específico de todos los sectores implicados habrá de significar un auténtico y eficaz punto de partida de las básicas premisas adoptadas."

"Es obvio señalar que, la superación de experiencias periclitadas permite en todo caso explicitar las razones fundamentales de toda una casuística de amplio espectro."

"Pero pecaríamos de insinceros si soslayásemos que una aplicación indiscriminada de los factores confluyentes asegura, en todo caso un proceso muy sensible de inversión de los elementos generadores."

"Por último y como definitivo elemento esclarecedor, cabe añadir que el proceso consensuado de unas y otras aplicaciones concurrentes deriva de una indirecta incidencia superadora de toda una serie de criterios ideologicamente sistematizados en un frente común de actuación regeneradora."

miércoles, 2 de octubre de 2013

¿Qué hace que un mensaje se transforme en un buen discurso?

El contenido, la necesidad de lograr que el mensaje sea comprendido, la ansiedad por concretar el propósito del discurso. Todos estos detalles requieren el debido entrenamiento. Empecemos entonces, a observar cuáles son los aspectos que nos ayudan a proyectarnos eficazmente hacia nuestro auditorio o interlocutor.

«La experiencia demuestra que independientemente que haya dos o más personas recibiendo un mensaje, el esfuerzo para emitirlo es el mismo. En cada frase es preciso ser claro, sin confundir ni aturdir empleando el poder de síntesis.»

«La estructura coherente y organizada del mensaje demostrará por si misma su capacidad para comunicar conceptos. Si cree que potencia el discurso luciéndose soberbio en sus consideraciones incomodar al interlocutor.»

«Aunque tenga eximias habilidades para la improvisación es importantísimo que se detenga en la elaboración del centro del mensaje, para que pueda distinguirse en su exposición lo principal de lo accesorio»

«En términos numérico, la tangente de una recta; es la pendiente de la misma, en oratoria la línea que debe seguir un discurso tiene un limite; EVITAR salirse de la tangente; en otras palabra, cuidarse del abismo una pendiente por la cual podemos rodar si divagamos sin concluir el mensaje con su respectiva introducción, desarrollo y corolario.»

«Si fuera preciso dar ejemplos sólo ofrezca los necesarios y evite ahondar en detalles»

«Haga participar al auditorio si su tiempo le permite esa licencia. Vaya chequeando el feed-back (el retorno) para saber si existen dudas y se entendió el mensaje emitido.»

«Evite las frases largas que suelen usarse en el lenguaje escrito»

«El humor de un orador debe ser medido, la utilización de la ironía es un delicado límite»

«El discurso humano nos desprende de cualquier coraza y nos acerca más rápido al interlocutor, lógicamente la sensibilidad a la cual se apela debe estar desprendida de excesos. Y por si fueran pocos los requisitos, además, el tono de la voz debe ser coincidente con la idea que se está comunicando y los gestos del rostro y el cuerpo también deben acompañarle.»

«Adapte su lenguaje al auditorio si puede libere al interlocutor de confusiones evitando tecnicismos innecesarios y si surgen preguntas sepa dominar la situación para satisfacer todos los interrogantes.»

«Como consejo final quiero dejar la siguiente idea: el caudal interior fluye como el agua en un río cuando sabemos guiar la corriente. Hay que observar eso ya que el desborde sólo tiene lugar cuando descuidamos los límites. Así nuestro mensaje jamás caerá en el abismo y comunicaremos sin sobrepasar la pendiente que bordeamos los oradores.»

John F. Kennedy: Discurso de investidura

«Compatriotas:

Celebramos hoy, no la victoria de un partido, sino un acto de libertad que significa una renovación a la par que un cambio, pues ante vosotros y ante Dios Todopoderoso he prestado el solemne juramento concebido por nuestros antepasados hace casi 165 años. El mundo es muy distinto ahora porque el hombre tiene en sus manos poder para abolir toda forma de pobreza y para suprimir toda forma de vida humana. Y, sin embargo, las convicciones revolucionarias por las que lucharon nuestros antepasados siguen debatiéndose en todo el globo; entre ellas, la convicción de que los derechos del hombre provienen no de la generosidad del Estado, sino de la mano de Dios.

No olvidemos hoy día que somos los herederos de esa primera revolución. Qué sepan desde aquí y ahora amigos y enemigos por igual, que la antorcha ha pasado a manos de una nueva generación de norteamericanos, nacidos en este siglo, templados por la guerra, disciplinados por una paz fría y amarga, orgullosos de nuestro antiguo patrimonio, y no dispuestos a presenciar o permitir la lenta desintegración de los derechos humanos a los que esta nación se ha consagrado siempre y a los que estamos consagrados hoy aquí y en todo el mundo.

Qué sepa toda nación, nos quiera bien o nos quiera mal, que por la supervivencia y el triunfo de la libertad hemos de pagar cualquier precio, sobrellevar cualquier carga, sufrir cualquier penalidad, acudir en apoyo de cualquier amigo y oponernos a cualquier enemigo. Todo esto prometemos, y mucho más.

A los viejos aliados, cuyo origen cultural y espiritual compartimos, les brindamos la lealtad de los amigos fieles. Unidos, es poco lo que no nos es dado hacer en un cúmulo de empresas cooperativas; divididos, es poco lo que nos es dado hacer, pues reñidos y distanciados no osaríamos hacer frente a un reto poderoso.

A aquellos nuevos estados que ahora acogemos con beneplácito en las filas de los libres, prometemos nuestra determinación de no permitir que una forma de dominación colonial desaparezca solamente para ser reemplazada por una tiranía harto más férrea. No esperaremos que secunden siempre todo nuestro punto de vista, pero abrigaremos siempre la esperanza de verlos defendiendo vigorosamente su propia libertad, y recordando que, en el pasado, los que insensatamente se entregaron a buscar el poder cabalgando a lomo de tigre acabaron invariablemente por ser devorados por su cabalgadura.

A los pueblos de las chozas y aldeas de la mitad del globo que luchan por romper las cadenas de la miseria de sus masas les prometemos nuestros mejores esfuerzos para ayudarlos a ayudarse a sí mismos, por el periodo que sea preciso, no porque quizás lo hagan los comunistas, no porque busquemos sus votos, sino porque es justo. Si una sociedad libre no puede ayudar a los muchos que son pobres, no podrá salvar a los pocos que son ricos.

A nuestras hermanas repúblicas de nuestra frontera meridional les ofrecemos una promesa especial: convertir nuestras buenas palabras en buenos hechos mediante una nueva Alianza Para el Progreso; ayudar a los hombres libres y los gobiernos libres a despojarse de las cadenas de la pobreza. Pero esta pacífica revolución de esperanza no puede convertirse en la presa de las potencias hostiles. Sepan todos nuestros vecinos que nos sumaremos a ellos para oponernos a la agresión y la subversión en cualquier parte de las Américas. Y sepa cualquier otra potencia que este hemisferio se propone seguir siendo el amo de su propia casa.

A esa asamblea mundial de estados soberanos, las Naciones Unidas, que es nuestra última y mejor esperanza de una era en que los instrumentos de guerra han sobrepasado, con mucho, a los instrumentos de paz, renovamos nuestra promesa de apoyo: para evitar que se convierta en un simple foro de injuria, para fortalecer la protección que presta a los nuevos y a los débiles, y para ampliar la extensión a la que pueda llegar su mandato.

Por último, a las naciones que se erigirían en nuestro adversario, les hacemos no una promesa sino un requerimiento: que ambas partes empecemos de nuevo la búsqueda de la paz, antes de que las negras fuerzas de la destrucción desencadenadas por la ciencia suman a la humanidad entera en su propia destrucción, deliberada o accidental.

No les tentemos con la debilidad porque solo cuando nuestras armas sean suficientes podremos estar seguros de que no se utilizarán jamás. Pero tampoco es posible que dos grandes y poderosos grupos de naciones se sientan tranquilos en una situación presente que nos afecta a ambos, agobiadas ambas partes por el costo de las armas modernas, justamente alarmadas ambas por la constante difusión del mortífero átomo, y compitiendo, no obstante, ambas, por alterar el precario equilibrio de terror que contiene la mano de la postrera guerra de la humanidad.

Empecemos, pues, de nuevo, recordando en ambas partes que la civilidad no es indicio de debilidad, y que la sinceridad puede siempre ponerse a prueba. No negociemos nunca por temor, pero no tengamos nunca temor a negociar. Exploremos ambas partes qué problemas nos unen, en vez de insistir en los problemas que nos dividen. Formulemos ambas partes, por primera vez, proposiciones serias y precisas para la inspección y el control de las armas, y para colocar bajo el dominio absoluto de todas las naciones el poder absoluto para destruir a otras naciones.

Tratemos ambas partes de invocar las maravillas de la ciencia, en lugar de sus terrores. Exploremos juntas las estrellas, conquistemos los desiertos, extirpemos las enfermedades, aprovechemos las profundidades del mar y estimulemos las artes y el comercio. Unámonos ambas partes para acatar en todos los ámbitos de la tierra el mandamiento de Isaías llamado a “deshacer los pesados haces de opresión… y dejar ir libres a los quebrantados”. Y si con la cooperación es posible despejar la suspicacia, unámonos ambas partes para crear un nuevo empeño, no un nuevo equilibrio de poder, sino un nuevo mundo bajo el imperio de la ley, en el que los fuertes sean justos, los débiles se sientan seguros y se preserve la paz.

No se llevará a cabo todo esto en los primeros 100 días. Tampoco se llevará a cabo en los primeros 1.000 días, ni en la vida de este Gobierno, ni quizá siquiera en el curso de nuestra vida en este planeta. Pero empecemos.

En vuestras manos, compatriotas, más que en las mías, está el éxito o el fracaso definitivo de nuestro empeño. Desde que se fundó este país, cada generación de norteamericanos ha debido dar fe de su lealtad nacional. Las tumbas de los jóvenes norteamericanos que respondieron al llamamiento de la patria circundan el globo.

Los clarines vuelven a llamarnos. No es una llamada a empuñar las armas, aunque armas necesitamos; no es una llamada al combate, aunque combate entablemos, sino una llamada a sobrellevar la carga de una larga lucha año tras año, “gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación”: una lucha contra los enemigos comunes del hombre: la tiranía, la pobreza, la enfermedad y la guerra misma.

¿Podremos forjar contra estos enemigos una grande y global alianza, al norte y al sur, al este y al oeste, que pueda garantizarle una vida fructífera a toda la humanidad? ¿Queréis participar en esta histórica empresa?

Solo a unas cuantas generaciones en la larga historia del mundo les ha sido otorgado defender la libertad en su hora de máximo peligro. No rehuyo esta responsabilidad. La acepto con beneplácito. No creo que ninguno de nosotros se cambiaría por ningún otro pueblo ni por ninguna otra generación. La energía, la fe, la devoción que pongamos en esta empresa iluminará a nuestra patria y a todos los que la sirven, y el resplandor de esa llama podrá en verdad iluminar al mundo.

Así pues, compatriotas, preguntad, no qué puede vuestro país hacer por vosotros; preguntad qué podéis hacer vosotros por vuestro país. Conciudadanos del mundo: preguntad, no qué pueden hacer por vosotros los Estados Unidos de América, sino qué podremos hacer juntos por la libertad del hombre.

Finalmente, ya seáis ciudadanos norteamericanos o ciudadanos del mundo, solicitad de nosotros la misma medida de fuerza y sacrificio que hemos de solicitar de vosotros. Con una conciencia tranquila como nuestra única recompensa segura, con la historia como juez supremo de nuestros actos, marchemos al frente de la patria que tanto amamos, invocando su bendición y su ayuda, pero conscientes de que aquí en la Tierra la obra de Dios es realmente la que nosotros mismos realicemos».

Capitolio de los Estados Unidos
Washington D.C.
20 de enero de 1961

Winston Churchill: Sangre, sudor y lágrimas

«Debemos recordar que estamos en las fases preliminares de una de las grandes batallas de la historia, que nosotros estamos actuando en muchos puntos de Noruega y Holanda, que estamos preparados en el Mediterráneo, que la batalla aérea es continua y que muchos preparativos tienen que hacerse aquí y en el exterior. En esta crisis, espero que pueda perdonárseme si no me extiendo mucho al dirigirme a la Cámara hoy. Espero que cualquiera de mis amigos y colegas, o antiguos colegas, que están preocupados por la reconstrucción política, se harán cargo, y plenamente, de la falta total de ceremonia con la que ha sido necesario actuar.

Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este gobierno: No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor. Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturaleza. Tenemos ante nosotros muchos, muchos largos meses de combate y sufrimiento.

Me preguntáis: ¿Cuál es nuestra política? Os lo diré: Hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes humanos. Esta es nuestra política.

Me preguntáis: ¿Cuál es nuestra aspiración? Puedo responder con una palabra: Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia. Tened esto por cierto; no habrá supervivencia para todo aquello que el Imperio Británico ha defendido, no habrá supervivencia para el estímulo y el impulso de todas las generaciones, para que la humanidad avance hacia su objetivo. Pero yo asumo mi tarea con ánimo y esperanza.

Estoy seguro de que no se tolerará que nuestra causa se malogre en medio de los hombres. En este tiempo me siento autorizado para reclamar la ayuda de todas las personas y decir: Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas».

Discurso de Winston Churchill, el 13 de mayo de 1940 declaraba ante la cámara de los comunes, dirigiéndose a los ministros del nuevo gobierno y por extensión.

Ozymandias de Percy Bysshe Shelley

Ozymandias (1818)
Conocí a un viajero de una tierra antigua
que dijo: «dos enormes piernas pétreas, sin su tronco
se yerguen en el desierto. A su lado, en la arena,
semihundido, yace un rostro hecho pedazos, cuyo ceño
y mueca en la boca, y desdén de frío dominio,
cuentan que su escultor comprendió bien esas pasiones
las cuales aún sobreviven, grabadas en estos inertes objetos,
a la mano que se mofó de ellas y al corazón que las alimentó.
Y en el pedestal se leen estas palabras:
"Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes:
¡Contemplad mis obras, oh poderosos, y desesperad!"
No queda nada a su lado. Alrededor de las ruinas
de ese colosal naufragio, infinitas y desnudas
se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas»
El narrador de «Ozymandias» transmite una historia que ha escuchado sobre una estatua en su día grandiosa que ahora yace hecha añicos derrotada por el desierto. El «ceño» de la estatua y su «gesto despectivo de frío poder» transmite de forma arrogante el poder que una vez tuvo Ozymandias. Esa arrogancia alcanza su límite con su fanfarrona inscripción («contemplad mi obras, oh poderosos, y desesperad!»), que al instante es rebajada por la imagen de las vastas arenas que hace tiempo que enterraron es «obra», rodeando la estatua de la nada más absoluta.



«Ozymandias»  fue inspirado por una estatua caída en el templo funerario de Ramsés II, cerca de Luxor (Egipto). De acuerdo con el historiador de la antigüedad Diodoro, en su tiempo la estatua mostraba la inscripción «Rey de Reyes soy yo, Ozymandias. Si alguien quiere saber cuan grande soy y dónde estoy, que intente superar una de mis obras»